El mensaje de Medardo para la actualidad
El obispo Medardo era un hombre de gran calibre, una autoridad moral con un sentido de justicia social y una admirable sutileza para con las personas, especialmente para con los necesitados. Era un hombre de su tiempo que se comprometía con ardor y responsabilidad en provecho del bien público. Supo reanimar las relaciones humanas, mostrando a sus contemporáneos el valor de la mujer y del hombre, el valor del mutuo aprecio, así cómo el valor y el significado del buen matrimonio.
Medardo podría ser para nosotros un estímulo para aprender y entender mejor la dinámica de la actualidad. Entender las transformaciones sociales, culturales, políticas, económicas o religiosas, locales o globales constiyue a su vez un camino para que estemos abiertos a la innovación del espacio en el que vivimos y trabajamos. Hace falta tener coraje para estar abierto a una revisión, cuando las buenas reglas ya están acreditadas y son firmes. Medardo nos muestra y nos prueba este coraje a la revisión, demostrando que ser valiente resulta beneficioso para todos.
Nos acredita la verdad trivial de que tener respeto por uno mismo y por los demás es bueno para todos. Medardo mostró y “puso en práctica” de manera objetiva el respeto de los hombres hacia las mujeres y el de las mujeres hacia los hombres. El respeto por el sexo opuesto hace del hombre un ser humano que mira con los ojos del otro, oye con los oídos del otro y siente con su corazón. Los seres humanos son en realidad ángeles con un ala: si quieren volar, tienen que abrazarse. Si como personas reconocemos el valor y la grandeza del otro en nosotros mismos, nos abrimos a la oportunidad de disfrutar de nuestra propia naturaleza humana y de nuestras relaciones con los demás. Respetarse a sí mismo y al otro y saber convertir ese respeto en actos concretos te permite salirte de tí mismo y superarte a tí mismo. Y es que el hombre no representa a un ser acabado, sino a un ser al que le queda mucha andanza por delante.
La persona de Medardo nos puede servir de aliciente para tener el coraje de comportarnos los unos hacia los otros con generosidad, tanto material como espiritual. Su historia de vida nos motiva a que no nos limitemos tan sólo a sacar provecho de nuestra abundancia, sino que aprendamos también a compartirla. Compartir la riqueza material y aprender a hacer partícipes a los demás de nuestra abundancia, supone un reto. Porque nadie es tan pobre para que no pueda regalar algo y nadie es tan rico para que no pueda aceptar algo. Más aún, nadie es tan pobre para que no pueda regalarse a sí mismo y nadie es tan rico para que no pueda recibir al otro.